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19 de diciembre;

mi dolor es una enfermedad a priori sin respuesta, la dulce introducción a un caótico accidente. una amarga blasfemia en lengua animal. mi medicina eras tú.  un cuerpo que era un poema que sonaba a acorde menor. un sitio que era como tocarles las manos a los rayos. tan bonito como rosas ardiendo bajo un utópico techo gris. pero, como tu ansia ha masacrado a mi corazón, me has convertido en una cárcel de refraneros. en un violín mojado que chirría a invierno. así que, te imagino rezándole con una sonrisa a nuestro fin, cada vez que apareces en mí. y yo no quiero acabar así.  no quiero ser Espejo roto. por eso no duermo bien ni nado fuera de ti ni hago poema que no escriban tu nombre. por eso estoy aquí, un día más de mi no-ser. redactándote. y mirando muy bajito al orgullo al que nos has sometido. 

de negro a rojo;

estoy en decadencia poética. porque, certeramente, no encuentro nada que rime con tus ojos. mis ganas de seguir han pasado de negro a rojo y las voces me siguen gritando que te quiero. funcionan como analgésicos: me tienen dando vueltas todo el día. es curioso, cuanto menos, que trate el amor como si fuera una enfermedad mental, ya que a veces la migraña es más excitante, más estridente y sabrosa que saber que te inmortalizo aquí y no te ves. sólo deseo que puedas tocar lo que digo. entiéndeme, mi amor; busca tu nombre entre mis letras. en mis dedos estás, en mi cabeza sigues. vamos, no me dejes ser así. explícame cómo borro esto que siento.

uno: manicomio

no sé en qué día vivo ni a qué hora está sucediendo esta mierda. me llamo Jace, y soy claustrofóbico. lo mejor de todo es que, a algún puto demente se le ha ocurrido la genialísima idea de meterme en una especie de laberinto en el que no llego a ninguna parte. las paredes son blanquísimas con una tenue luz que no sé de dónde procede exactamente ya que no hay ninguna ventana. vamos, que no podría escapar por ellas ni saber si es de noche o es de día.  lo único que sé es que llevo bastante tiempo aquí. las piernas me molestan un pelín. además, llevo un pijama gris de rayas verticales algo más claras y voy descalzo y despeinado. joder, parezco un loco en un manicomio. tampoco he sentido ninguna señal de vida en ningún momento del que llevo aquí metido, simplemente un silencio que a veces llega a ser hasta ensordecedor. menos mal que no estoy mudo y puedo cantar una canción de los Beatles de vez en cuando.  el caso, estoy caminando por monótonos pasillos iguales hasta que veo.

besos de cereza y miel;

deseo más que nada que me dañes. que me destroces en mil pedazos. que hagas que mis filas exploten y que provoques que mis piezas no encajen. anhelo que me odies. que te descuides. que no me soportes y que el viento se lleve tu nombre. espero que te des cuenta, de que gracias a todo esto noto que las estrellas se apagan cuando las miro. que no todos los besos saben a cereza y miel. y que hay momentos en los que el frío te taladra y no te valen las sábanas. cariño mío: rómpeme el corazón eso a lo que tan acostumbrada estás.

brujas;

el poema es el juguete roto de nuestras niñas cuando ya se hayan hecho mayores. un armisticio vulgar un sábado de agosto. un hechicero desnutrido que nos señala cuáles son las estrellas que brillan más. es una caja fuerte de palabras que contiene un te quiero, dos te amo y tres lo siento. y que también esconde caricias, orgasmos y miles de huidas en el mapa de Brujas. el poema es el momento de euforia de mi piromanía intentando hacer arder tu corazón, discutiendo el deseo, enamorándose de las charcas que pisa, anhelando el mordisco de luz de una farola encima de su cabeza, buscando las lunas de su vida y estrellas descalzas en los muros de Saturno, adorando a una musa de cristal con un corazón de lirios salvajes entre mis labios.